Recordamos con una sensación agridulce y todo nuestro cariño esta imagen, tu primera fotografía minutos después de llegar a nuestras vidas.
Tenías unos cinco años, mirada triste, desconfianza y miedo, mucho miedo a todo. Te pusieron en mis brazos, casi como quien entrega un paquete, y no dudaste en abrazarme con tus patitas.
Ahí comenzamos a intercambiar muestras de cariño, algo que parecía extraño y desconocido para ti. Los que ya nos convertimos en tu familia te hicimos una firme promesa: ayudarte a ser feliz y olvidar tu vida anterior, si es que se puede llamar así.
Poco después de llegar a casa el cambio comenzó a verse y pronto fue radical. Con empeño y toda la paciencia del mundo, tanto tú como nosotros, lo conseguimos.
Nos emociona ver como disfrutas jugando con otros perritos y con nosotros, como ya no sientes miedo a las personas, a salir a la calle, ni con el sonido del aspirador, la lavadora o la tele. Ver que al fin eres tú misma, que ya no sientes la necesidad de esperar a que se te dé y tienes «voz propia» para pedir salir, ir al parque, subirte al coche, que juguemos contigo o buscar una caricia.
¡Magia es lo que sentimos al verte feliz y lo que disfrutamos cada día contigo!
Sara