Llegan a nuestra vida inundándola de alegría y buenos momentos. Se alegran de vernos y compartir experiencias y se enfadan y entristecen cuando nos vamos. Viven intensamente cada segundo sin avergonzarse de mostrar sus sentimientos. Quizás porque son más conscientes de la importancia de lo sencillo.
En ocasiones creo que se han propuesto seriamente hacernos ver y apreciar el valor de lo que realmente importa. ¿Será porque su vida es más corta y quieren aprovecharla y que la aprovechemos al máximo? Puede ser…
Años de convivencia, de complicidad. Día a día nos regalan su vida y se vuelven imprescindibles en la nuestra. ¡Son familia!
Llega un momento que con cada cumpleaños aterra pensar que pueda ser el último. ¿Y si pensáramos como ellos? ¿sólo vivir el hoy? ¿en compartir y disfrutar el presente?.
Porque tarde o temprano la despedida llegará y siempre será demasiado pronto…
Entonces sólo quedan los momentos compartidos, esa imborrable huella que nos seguirá enriqueciendo y acompañando siempre.
«Lo que se recuerda siempre vive»